La música popular entra al paraíso

por Carlos Drummond de Andrade
Dios:-¿Quién es ese bajito que ahí viene, al son de la guitarra, con un vaso lleno en la mano?
San Pedro:-Señor, por los indicios, sólo puede ser vuestro siervo Vinicius, Menestrel de la Gávea y de los amores innumerables.
Dios:- ¿Vendrá acaso para hacer revoltijo en el cielo, perturbando al coro de mis ángeles-cantores, diplomados por la Schola Cantorum del maestro San Jorge, el Grande?
San Pedro:(dubitativo)- Bien…Yo creo, con la debida licencia, que él trae un sonido nuevo, más terrestre, menos beatífico, es cierto, pero con una suavidad brasileña inspirada en sus abuelos trovadores, los cuales ya tienen asientos reservados junto a vuestro trono, Señor. cosa muy digna de vuestra especial atención.
Dios:- Hum,hum…
San Pedro:- ¿Puedo continuar, Señor?
Dios:- Habla, Pedro. Sabido es que sietes debilidad por esa gente que canta de noche, esté o no pescando, principalmente no estando.
San Pedro:- Pues yo digo, señor, que ese bajito, todo simpatía y delicadeza, es uno de vuestros buenos servidores en la Tierra pues combatió la maldad con la ternura, la injusticia con la fraternidad, y compuso los cánticos profanos que, elevando el corazón de los oyentes, hacen lo mismo que los cánticos sagrados.
Dios (sorprendido):- ¿Lo mismo?
San Pedro:- Lo mismo, Señor, porque vos le permitiste al hombre transitar la vida directa o la vida indirecta, conforme su gusto. Este poetita eligió la segunda, por inclinación natural, y manifestó a su propia manera el amor a la humanidad, distribuyéndolo de preferencia, en la medida de lo posible, a unas cuantas elegidas.
Dios:- ¿No habrá sido más dispersión que concentración?
San Pedro:- Las dos cosas, ¡pero unidas tan sutilmente!. Y esa unidad paradojal, pero espontánea, produjo los himnos de amor carnal, en los cuales fue glorificado el cuerpo que concedisteis a las criaturas, y de esa forma glorificóse Vuestra Divina Creación.
Dios:- Menos mal, si así fue. Entonces ése…¿cómo le llamas?
San Pedro:- Vinicius, no el patricio romano que el amor condujo del paganismo a la fe cristiana, sino el de Melo Moraes, hijo de padres que cultivaban el Quo Vadis. Este nació directamente para el amor, y no necesito meterse en los embrollos del paganismo de Nerón, para encontrar el rumbo de su alma. Ya estaba trazado por las estrellas de octubre, vuestras mensajeras. Vinicius nació con la célula poética, y ésta se abrió en cánticos variados, en la voz de sus labios y en la de los instrumentos. Con esos cánticos encantó a su pueblo. Y era un pueblo necesitado de canto, ¡un pueblo tan necesitado de verdad!
Dios:- ¿Le dio alegría a mi pueblo?
San Pedro: (exultante) ¡Le dio, Señor!, Y para eso no necesitaba siempre componer canciones alegres. Iba hasta el fondo de las canciones tristes, pero les daba una dulzura y un cariño tales que las personas, oyéndolas, no sabían si lloraban o si veían consoladas viejas tristezas. Era un corazón deshaciéndose en música, Señor: Le dio tanta alegría a la gente, que hasta la última hora de su vida (ésta no llega a ser larga, pero se alargó en canción), trabajó con su fiel compañero Toquinho, para llevarle a los niños un tipo musical de felicidad. Murió pues a vuestro servicio Señor.
Dios: (disimulando la emoción)- Hazlo entrar, haz entrar enseguida a ese muchacho.
Vinicius entra rodeado de ángeles, niños, vírgenes y matronas que entonan mansamente:
Se todos fossem iguais a vocés,
que maravilha viver!
Una cançao pelo ar
uma mulher, a cantar, uma cidade a cantar,
a sorrir, a cantar, a pedir
a beleza de amar,
como o sol, como a flor, como a luz,
amar sem mentir nem sofrer.
Existiria a verdade,
verdade que ninguem ve,
se todos fossem no mundo
iguais a voce!
Desde varios puntos vienen aproximándose Sinho, Pixinguinha, Heitor dos Prazeres, Ciro Monteiro, Noel Rosa, Dolores Duran, Orfeo, Eurídice, Mario de Andrade, Manuel Bandeira, Portinari, Murilo Mendes, Mayza, Lucio Rangel, Tia Ciata, Santa Cecilia, Antonio Maria, Bach, Ernesto Nazaré, Jaime Ovalle, Chiquinha Gonzaga y otro y otros que no cabrían en este relato pero caben en la inmensidad del cielo y del sonido y se unen al coro:
Teu caminho é de paz e de amor.
Abre os teus braços e canta
a última esperança
a esperança divina
de amar em paz!

 

(Jornal do Brasil, 11 de junio de 1980)