García Lorcapor Francisco Urondo


Estas palabras de esperanza y de poesía,
Las volcamos en el silencio en que pretendieron
Dejarnos con el asesinato de Federico, del que se
Cumplen veinte años.
Federico García Lorca fue un hombre con capacidad de tentación: le tentaron los frutos prohibidos, le tentó el riesgo, le tentó la poesía. Pensemos en sus poemas gallegos considerando este hecho como un capricho, una tentación de tomar contacto íntimo con una lengua, que si bien no le era propia, estaba vinculada con los orígenes de la poesía de nuestra civilización y, por lo tanto, con el canto y el trovador. Su dominio sobre el Romancero, su profundo conocimiento de las costumbre de su pueblo, la aprehensión directa de la música popular española, su propia capacidad creadora, su gracia y lo desconcertante, nuevo y fresco de sus medios expresivos, su temperamento musical y su inquietud terminaron por conformar a este trovador con grandes tentaciones, con tantos abandonos y tan urgido, tan moderno y tan viejo.
Las alternativas de su vida gozan de popularidad. Se sabe que nació el 5 de junio de 1899. Que se crió en el campo cerca de la ciudad de Granada. Que su madre le reveló los secretos del piano, que Falla le enseñó a solfear y que sus primeros poemas y la lectura de los clásicos se contaban en su niñez.
A los veinte años viaja a Madrid, después de la guerra del catorce, después de la derrota, tan rotunda como aparente, del imperialismo alemán; era el pleno auge y florecimiento de todas las “izquierdas”, con las que poco tarde en complicarse. Pero también conoce la primavera madrileña, el “scottish”, el tango y la tibieza simple de alguna modistilla tan adolescente y vibrante como él. En Madrid se recibe de abogado, pero nunca ejerce su profesión, pues prefiere dedicarse al teatro. Para ese entonces la República había organizado las “Misiones Pedagógicas”; estaban destinadas a divulgar las expresiones del arte, inclusive el teatro, entre el campesinado español. Al teatro le llamaron “La Barraca”, era una carreta con la que se trasladaban obras de Juan de Encina, de Lope de Rueda, de Quiñones de Benavente, de Cervantes. Con Manuel de Falla y Giner de los Ríos organizan la “Fiesta del Cante Jondo” en Granada donde se reúnen los más reputados “cantaores” y guitarristas de España encabezados por la veterana “Niña de los peines”. Esta fiesta da origen al libro “Poema del Cante Jondo”. Lorca viaja dos veces a Buenos Aires, asiste al estreno de sus obras teatrales, en el teatro hace títeres para los amigos después de las funciones, conoce a Gardel y las cantinas del Mercado de Abasto. Viaja también a New York donde escribe su gran denuncia, el mejor tal vez, de sus libros, “Poeta en New York”, donde el tono excesivamente nacional que tenían sus experiencias creadoras desaparecen, o mejor, se integra ya toltamente en la condición humana y en su actualidad dramática:

Yo denuncio a toda la gente
que ignora la otra mitad
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yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian agonías
que borran los programas de la selva
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Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.

 

Se sabe el desenlace de este trovador. Se recuerda la guerra civil, el odio falangista, viejo odio de curas y de negreros, hacia los hombres en libertad y hacia la poesía. Se conocen las diferentes alternativas, a veces datos contradictorios, sobre el asesinato, y recientemente se nos entera que los instigadores, con solemnidad, participan en la UN con los que se dicen defensores de la justicia y de la libertad. Pero estos slogan no conmueven ya a nadie, se sabe que los poetas nada tienen que ver con la cáscara de las palabras. Esas tradiciones tampoco sorprenden pues se conocen los hábitos de los que buscan el poder.
Todo aquello pasó hace veinte años. En el interín los más burdos trataron de copiar, sin lograrlo, la frescura de la poesía de García Lorca, pero la gloria no le favoreció. Otros, no menos vanidosos pero más simples, ostentaron su amistad y hablaron hasta el cansancio de su personalidad trágica y juguetona. Algunos tratan aún de ocultar el crimen y otros, de utilizarlo con intenciones ajenas. Pero hoy, todavía, es demasiado doloroso el hecho y sería preferible hablar de su presencia de Lorca, como la presencia de cualquier poeta.
Este, decíamos, ha desatado la comunicación. Darse, comunicarse, hablar, es interesante, inclinarse, es tener una actitud bondadosa, amar las cosas o los hombres. La poesía está estrechamente relacionada con el amor. La presencia de un poeta es la presencia de un ser que tiene bondad, que ejercita el amor en todas sus formas y en todo momento. En sus tareas el poeta está mucho más allá de toda contingencia política. La presencia actual de Lorca no reside en su trágico fin sino en su poesía. Su presencia confirma que está no puede desaparecer, porque con ellos desaparecería la vida misma
Lorca, el poeta, está relacionado con el primer poeta de España y lo estará con el último, con el primer hombre y el último. Trovador entre los crímenes, con capacidad de tentación en esta época de desinterés, condenada a padecer su falta de ubicuidad y exceso de gracia, lúcido ante los desastres y a su vez heredero del canto, significa la esperanza de que el amor y la poesía van a liberar al hombre, significa el deseo de que nada termine, de que la vida salve todas sus excelencias.


(Tiempo de América 1956-57)