Rodolfo Godino

Volviendo por tierra a Buenos Aires

La lechuza joven
ahora sobrevuela los bajos al ras del pasto nuevo.
Hace más de diez años que el rocío
cae sin distinguir
entre cuerpos y ausentes.

Haz que regrese sin memoria.

¿Serán llamados por sus nombres todos
los que permanecen ocultos?
¿Quiénes adivinarán
- empapadas en la arcilla
o profundas en el granito del país-
las lenguas descamadas en la destrucción?
-Esos,
tan jóvenes, guardados como Telémaco
por la matrona ojizarca,
ellos ahogarán el sistema para que no vuelva
a girar: brotes, aprendices
marcados por ánimas
o cabezas para siempre dormidas.

Aun conociendo tu espíritu vuelvo,
campo de oscuros enterramientos:
a la edad en que los lagrimales
descargan juicios fundados,
fui sujeto a tu necrosis.
Acéptame
como a un hijo ciego.

Haz que regrese sin memoria,
país nacido en Cáncer.


Al abandonar la costa

Mar desparramado
en espesores variables, siempre
a la misma distancia y uno con el cielo,
algo ha cambiado en mi alma:
el lanzamiento de una severa
asimilación a las zonas lacustres,
a las aguas limitadas por juncales
y racimos de huevos rosados.

Quería que supieras
que el cerco de luz y agua dulce
pone en medidas reales
el paso que finaliza. No lo distrae:
consuela con otra dignidad y gracia
la injusta, temprana contracción de la muerte.

 

 

Angor

El colmillo se hundió y la bestia
retrocede, arrastra sobre la alfombra
un bulto con el mentón unido al pecho,
las rodillas al mentón y el peso invisible
de un vómito de fuego
buscando salida en los silbidos arteriales,
aire de infierno lanzado hacia el final.

Mater, disuélvelo, guía al castigo
lejos del músculo gastado por la ira,
sacude el terror, que caiga, se deslice,
escape por las uñas,
fustigado lleve sus muecas
a otro violento también mortal:
acéptame a la sombra de tu vestido,
a la luz de tus estrellas.

Verso, fragmento, poema
Al muro se apoyaron, en la sombra
ArquílocoEs posible que en instantes
o pausas de entera conciencia,
hechos que fuera de la ventana
cruzan la realidad hacia el mito,
puedan ser encerrados en un verso.

Lo es también que aparezcan
como fragmentos a quien muele en la noche:
restos de padres cumplidos,
dioses auxiliares
o ánimas despiertas.
Es posible.
Y probable que alguno nazca
sin más, poema, trabada complexión
cuyas proposiciones se extienden
más lejos que sus palabras.

Firmes, atentos, todos encontrarán
motivos en el paisaje:
aquí el verso, fragmento, poema,
que retiene a los amantes de Paros
armando su leyenda,
haciendo vida, enviándola
a nuestro torvo milenio.
No importa quién miraba, en este caso
Arquíloco, triste pretendiente.

 

 

Domingo

Ella, madre furtiva,
libera el día de su clan
y él expulsa del cuadro
nubes y susurros.

Han plantado un árbol
lanzando el tronco débil
-las hojas tenues,
verde y ocre aclarados por el miedo-,
por un agujero húmedo
hacia el futuro abierto.

Lo han regado:
los cuerpos atentos,
de espaldas al soplo de la noche